Los contextos a los que hoy se enfrentan los docentes en el aula, revelan innumerables particularidades, ya que el alumnado exhibe necesidades específicas de apoyo educativo que van desde las dificultades en el aprendizaje, las deficiencias visuales, auditivas e intelectuales; hasta los que presentan trastornos de hiperactividad o déficit de atención y síndrome de asperger, entre otros.

El término inclusión tiene diferentes interpretaciones. En algunos casos se asocia a los estudiantes que viven en contextos marginales o de pobreza, pero lo más frecuente es relacionar la inclusión con la participación de las personas con discapacidad o con necesidades educativas especiales 1 .
La UNESCO define la educación inclusiva como un proceso orientado a responder a la diversidad de los estudiantes incrementando su participación y reduciendo la exclusión en y desde la educación. Está relacionada con la presencia, la participación y los logros de todos los alumnos, con especial énfasis en aquellos que, por diferentes razones, están excluidos o en riesgo de ser marginados.

En la inclusión el elemento es la diversificación en la oferta educativa y las experiencias de aprendizaje con el fin de lograr el mayor grado posible de participación de todos los estudiantes, sin perder de vista las necesidades de cada uno. Es decir, mejorar los diseños universales, en los que el diseño curricular y la enseñanza consideren la diversidad y las necesidades de todos los estudiantes, en lugar de planificar pensando en un alumno promedio y luego realizar acciones individualizadas para dar respuesta a las necesidades de determinados estudiantes o grupos que no han tenido cabida en una propuesta educativa.
1 J. E. García Huidobro, La igualdad en educación como bien democrático y de desarrollo. Ponencia presentada en la Reunión del Comité Intergubernamental del PRELAC, organizada por la UNESCO-OREALC, Santiago de Chile, 6 y 7 de diciembre de 2005.